sábado, 2 de marzo de 2013

ALGO DE INTERÉS


I. Finalidades de la evaluación
Las personas aprendemos no porque se nos transmita la información sino porque construimos nuestra versión personal de ella.
Rita Levi-Montalcini (2005)
La evaluación puede concebirse como un proceso dinámico, continuo, sistemático e inclusivo, enfocado hacia los cambios de actitudes y rendimientos, mediante el cual se verifican los logros adquiridos en función de los propósitos propuestos. La evaluación busca evidencias de los cambios que se han efectuado después de la aplicación de un proceso didáctico determinado, busca las diferencias entre lo que se tenía y lo que se espera después del proceso.
Uno de los aspectos que se modifican considerablemente en el enfoque para el desarrollo de competencias es la evaluación que pasa de ser vertical y unidireccional a horizontal, crítica, colaborativa, inclusiva, formativa y sumativa. Su propósito central es la toma de decisiones que permita la identificación y mejora del desempeño de estudiantes y docentes. Para lo cual debe facilitar la información necesaria, las reflexiones, rutas y estrategias para poder cumplir con los propósitos de la educación, que son el desarrollo de las competencias para la vida.
Este enfoque implica un diálogo constante y una retroalimentación permanente con los alumnos; requiere  además, una autoevaluación de la práctica docente, de las estrategias, actividades o recursos empleados con el fin de actualizarlos, de tal forma que se tomen las decisiones necesarias para mejorar la práctica y buscar el tipo de ayuda que los alumnos requieren para favorecer su aprendizaje y su autonomía.
Una evaluación congruente con las nuevas exigencias de aprendizaje propone un giro de enfoque y centra la atención en el sujeto que aprende, por lo que la evaluación estará al servicio de los alumnos. En tanto el proceso de evaluación sirve primordialmente a los estudiantes, es pertinente que el maestro reflexione sobre las posibles formas de evaluar, los instrumentos que utiliza y la toma de decisiones. Resulta fundamental que valore los procesos de enseñanza aprendizaje y ofrezca a sus alumnos saberes interesantes y atractivos; atienda sus intereses y gustos y preste atención a las relaciones que se establecen en el salón de clases para crear un ambiente de respeto y confianza idóneo para la expresión de emociones. Es por ello que la evaluación es una gran oportunidad de transformación de la práctica docente.
La evaluación innova todo el trabajo escolar y en consecuencia, la práctica docente, porque permite una mayor flexibilidad en el qué, cuándo y cómo se enseña. Brinda a los profesores oportunidades para atender a la diversidad de necesidades de los alumnos y a su vez permite que los alumnos reconozcan lo que aprendieron y cómo lo aprendieron. En suma, la evaluación debe estar al servicio de una pedagogía diferenciada capaz de dar
respuesta a los intereses y dificultades de cada alumno o alumna, favoreciendo de esta manera, la inclusión, pilar de la actual reforma educativa.
Como se mencionó anteriormente, la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación deben constituirse en una unidad indisoluble (Coll, Martín y Onrubia, 2001), de tal manera que la evaluación sirva para explicar tanto los aprendizajes de los estudiantes como la actividad instruccional del maestro. La evaluación entonces servirá para ofrecer información a los estudiantes acerca de los aprendizajes alcanzados, a fin de que puedan asumir
la responsabilidad de controlar sus logros. Por otra parte, servirá al docente para obtener información que le permita mejorar o incorporar diferentes actividades didácticas al planear y ejecutar actividades de enseñanza.
La evaluación deber servir para saber qué han aprendido los alumnos acerca de lo revisado en el curso e incorporar cambios en la organización de su aprendizaje. La evaluación no es un fin en sí mismo, sino un medio que provee elementos para mejorar el aprendizaje.
La evaluación, desde esta perspectiva, ofrecerá a los actores del hecho educativo información útil y relevante para mejorar cada uno su acción. A los alumnos para que los conocimientos construidos sean más amplios, significativos y profundos, y a los  profesores, para que su actividad didáctico-pedagógica sea más eficaz en cuanto a promover mejores aprendizajes.



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